La Convención sobre los derechos del niño de Naciones Unidas reconoce a las familias como un grupo fundamental de la sociedad y el medio idóneo para el crecimiento de los niños y las niñas. Crecer en un entorno que les proporcione seguridad, amor y comprensión es la mejor manera de asegurarles su normal y pleno desarrollo físico, emocional y social.
La socialización primaria en la familia es clave para la formación de futuros ciudadanos adultos responsables y comprometidos con la sociedad. Esta socialización se consigue ejerciendo una parentalidad responsable y positiva basada en los derechos del niño.
Como establece la Convención sobre los derechos del niño de Naciones Unidas: “La educación del niño deberá estar encaminada a desarrollar la personalidad, las aptitudes y la capacidad mental y física del niño hasta el máximo de sus posibilidades… a preparar al niño para asumir una vida responsable en una sociedad libre, con espíritu de comprensión, paz, tolerancia, igualdad de los sexos y amistad entre todos los pueblos”
Nuestra venerada y sagrada Constitución indica en su artículo 15 que “todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral, sin que en ningún caso, puedan ser sometidos a tortura ni a penas o tratos inhumanos degradantes…” y en el artículo 39 expresa que “ Los poderes públicos aseguran la protección social, económica y jurídica de la familia… aseguran asimismo, la protección integral de los hijos, iguales éstos ante la ley con independencia de su filiación, y de las madres, cualquiera que sea su estado civil…”
En mi clase de Educación para la Ciudadanía reflexiono con los chicos y chicas sobre los derechos y deberes de la infancia. A parte de ser una obligación, es seductor trabajarlos con ellos ya que están reconocidos nacional e internacionalmente. Les he contado lo acontecido hace unos días en un instituto de nuestra provincia. Una profesora observó como uno de sus alumnos se encontraba mal en clase. Este niño llevaba escolarizado en el centro una semana y con un nivel de castellano prácticamente nulo le explicaba que le dolía mucho una muela. Ante la imposibilidad de calmar el malestar la maestra se dirigió al jefe de estudios del centro para que llamara a su familia y viniera a recogerle. En secretaría del centro había un teléfono de contacto que permanentemente estaba apagado. La educadora ante el desconsuelo del alumno y a instancias del equipo directivo cogió su coche y le llevó a su domicilio. Vive en una chabola-cueva en unas condiciones infrahumanas. La maestra trató de explicar a la madre el dolor que padecía su hijo y ella le hace comprender, en un castellano que apenas entiende, que ya sabe que está mal, pero que no puede hacer nada. -”Es aconsejable que le lleve al médico para que le recete algún medicamento que le reduzca la inflamación, le calme el dolor y le trate la infección”, le comentaba mi compañera. La mamá le explica que no tiene tarjeta sanitaria y que no acude al médico, que no puede hacer nada. La profesora ante el cuadro que presenciaba, observaba atentamente al niño, mezcla de compasión, incomprensión e ira; éste a su vez la miraba con ternura y cariño. Abrió su bolso y le dio a la madre dinero para que comprara en la farmacia algún analgésico. Regresó al instituto pensativa y procuró concentrarse en dar clase de sociales, por cierto el tema que estaban tratando era: “el disfrute desigual de los recursos del planeta”, sencillamente demoledor.
Cuando uno es conocedor de hechos como el relatado le asaltan determinadas dudas del funcionamiento de personas y organismos claves para el desarrollo integral y pleno de las personas. La Convención de Naciones Unidas, la Constitución, ¿no debieran salvaguardar los derechos que preconizan?, ¿los Servicios Sociales deberían actuar?, ¿la ciudadanía silenciamos las injusticias?, ¿dónde están los poderes públicos?, ¿la clase política se interesa por estas personas?, ¿quién garantiza el cumplimiento de los derechos básicos?…
Chiquillo, ni siquiera sé tu nombre, no te pongo rostro aunque me lo imagino, desconozco cómo, has llegado a nuestro país, no me importa cual es tu nacionalidad, tampoco tu situación como inmigrante, solo sé que eres un ser humano con dignidad. Tú también estás desahuciado, pero tu voz no se escucha. Estoy convencido de que los problemas de la sociedad no encontrarán la solución en el FMI, ni en el Consejo de Europa, ni en los bancos, ni en los ministerios, ni en las organizaciones gubernamentales, ni en las que no lo son. Hechos como el tuyo tienen la salida en una auténtica declaración y vigilancia universal de derechos humanos por parte de la ciudadanía, pero para que eso ocurra es necesaria una escuela que siembre semillas de calidad humana.
Publicado popr Rmiro Curieses Ruiz, Presidente de la Liga Palentina de la Educación, en CARRIÓN el 19.11.2012