BEA GÓMEZ GONZÁLEZ |
LOS CUATRO CANTONES
Pongamos que escribo estas líneas a las 11 de la noche de un día laborable, en el que me he puesto en pie a las seis y media de la mañana y he conducido casi cien kilómetros (y otros cien de vuelta claro) para llegar a mi puesto de trabajo. Pongamos que, para poder acceder a ese precario puesto de trabajo (una sustitución que no sé cuándo acabará) y después de pasar año y medio en el paro -que no parada- he tenido que aportar: dos licenciaturas, una titulación de máster y más de 900 horas en cursos de formación (previo costoso pago, en tiempo, dinero y esfuerzo, de todo ello). Pongamos que, además, he tenido que pasar por un proceso de oposición que consta de una prueba teórica de 75 temas y una prueba práctica que, previa elaboración durante meses, hay que defender ante un tribunal que, igual que tú, tampoco quiere estar allí. Pongamos que no basta con aprobar para adquirir una plaza y que, aunque tu última nota de oposición sea un siete, eso te permitirá, como mucho, ir haciendo sustituciones semanales o, en el mejor de los casos, de más de un mes, en lugares de tu co-munidad que antes, ni sabías que existían (con el consiguiente cambio de residencia que ello conlleva, claro). Bien. Es un esfuerzo, lo sé, pero me gusta mi trabajo porque, aunque es absolutamente ingrato, a veces resulta muy gratificante.
Atiendo a una madre al borde del colapso y a un padre al borde del infanticidio, doy clase a cuatro grupos distintos, de edades comprendidas entre los 12 y los 20 años, con necesidades educativas diferentes, con vidas diferentes, con situaciones personales diferentes y, por supuesto, con carencias socio afectivas (que haberlas, haylas; y vaya si las hay). Entre todos suman 78.78 personas a mi cargo, 78 familias. De entre todas esas personas, 16 siguen un tratamiento médico psiquiátrico y se medican a diario y otras 12 han sido tratadas. Algunas de ellas están diagnosticadas con el Síndrome de Déficit de Atención, al que, en la mayoría de los casos, se suma un déficit por Hiperactividad; uno tiene el Síndrome de Asperger y otros dos, Conducta Negativista Desafiante. Además de esto, muchas tienen un retraso importante en cuanto a capacidad de abstracción, comprensión y síntesis, lo que les dificulta sobremanera cualquier aprendizaje. Cerca de la mitad tiene serios problemas de lectura. Cuando digo "serios" en realidad quiero decir que apenas saben leer y que, por tanto, no entienden nada de lo que balbucean lo que les hace, no sólo detestar la lectura -lógico- sino aislarse, inhibirse, desconocer el mundo, atrofiar su imaginación y, por tanto, volverse personas solitarias, taciturnas e inseguras. Además, el 15% sufre o ha sufrido bullyng a lo largo de la Secundaria por parte de algunos de sus compañeros.
Siete nacionalidades
Entre todos suman siete nacionalidades distintas y cuatro etnias diferentes; tres no saben apenas hablar español y otros ocho lo hablan, pero con dificultad. Más de uno tiene cuentas pendientes con la justicia, por cuestiones que van desde un simple botellón en el lugar equivocado, hasta, uno de ellos, de 15 años, participar en un intento de violación colectiva a otra menor, también alumna del centro. También hay alumnos con altas capacidades, que proyectan un curriculo brillante y que, por tanto, demandan también necesidades educativas especiales: asisto con ellos a olimpiadas lingüísticas, los asesoro en certámenes literarios en los que participan y medio en pos de su comprensión con padres y madres que no quieren tener hijos tan listos y compañeros que recelan de compañeros que se divierten leyendo “Crimen y Castigo”.
Todos, de uno u otro modo necesitan ayuda, resortes que les proporcionen seguridad, com-prensión y confianza. Alguien que, además de enseñarles quién era Lorca, les enseñe dónde están las puertas y cuáles es posible que estén abiertas, y cuáles nunca se abrirán, por más fuerte que queramos aporrearlas. Y bueno, ése es mi trabajo: hacer que la poesía de Lorca esté esperando detrás de las puertas que se abren.
Además de todo eso, trato de organizar la biblioteca del centro mientras me acuerdo de mi amiga Stella, licenciada y 'masterizada' en Biblioteconomía y Documentación y en Traducción e Interpretación, que ha tenido que emigrar a China con una beca precaria, harta de verlas venir en el ECyL. Las bibliotecas de los lES se mueren y las licenciadas en Biblioteconomía emigran por falta, no de trabajo, que trabajo hay, sino de contratación.
Pues eso. Pongamos que llego a casa a las tres y media de la tarde, después de conducir otra hora, con 78 exámenes bajo el brazo que corregir (entre todos sumarán unas 200 páginas); exámenes que, más o menos, vienen realizándose cada tres semanas, y me siento a las cinco a corregir y lo dejo a las 11, quedándome todavía, más de la mitad (mañana será otro día) y como algo mientras escribo este artículo y cuento las horas que dormiré (que prefiero no contarlas, porque recuerdo que tengo que actualizar el blog que he abierto para que los alumnos dispongan de material útil y ameno para la asignatura, lo que me lleva al menos otra hora). Y en esas estamos.
Me enfado de cojones
Por eso, cuando veo, señor Rajoy, a su ministro de, llamémoslo Educación, el señor Wert, tratando de confundir a la ciudadanía, no me indigno, no, me enfado de cojones. Porque lo que este señor no dice es que aumentar un año el bachillerato es, en realidad, restarle un año a la educación obligatoria (a la de todos, vamos); y sumárselo a la concertada; lo que no dice es que dar becas de excelencia, supone quitárselas a quienes, por renta, las necesitan; lo que no dice es que aumentar la jornada laborar del profesorado, supone que, sólo en Cataluña, 3.000 profesores de secundaria y 900 de universidad se van a la calle.
Pues muy bien. Mientras tanto, en este país se inauguran colosales edificaciones inútiles con quién sabe qué oscuras intenciones. Mientras tanto, el pasado jueves la policía cargó contra alumnos, padres, madres y profesores del IES Lluís Vives de Valencia, que se manifestaban por llevar meses sin calefacción y sin material escolar a causa de los recortes (será más barato dar porrazos que soluciones). Mientras, los informativos hablan de las tetas de la Esteban y de los guiñoles franceses, que se han convertido en asunto de Estado.
Pero esto es lo que queremos, o eso parece. Y me avergüenza porque, como alguien decía, un profesor menos hoy, son cuatro policías más en el futuro. Pues imagínense miles menos.
Real como la vida misma
ResponderEliminarTanto esfuerzo para que el resultado no aparezca por ningún lado.
ResponderEliminarVuelva a intentarlo de nuevo, estudie otra vez y no se deje ganar por consignas sino por ideas aunque eso la obligue a pensar por sí misma.
Las becas son para primar la excelencia y ésta no tiene nada que ver con los ingresos.
El buenismo es una herramienta que usan quienes no tienen nada que ofrecer.