La Liga Palentina es una de las ligas federadas de la Asociación Liga Española de la Educación y la Cultura Popular (LEECP).
La LEECP es una ONG de carácter no lucrativo, que tiene como fines principales el apoyo a la educación para todos, basada en una escuela pública de calidad, laica, solidaria y de ciudadanía.
La Liga Palentina se creó en junio de 2008 por un grupo de personas relacionadas con la educación y empeñadas en transmitir a la sociedad palentina la necesidad de apoyar la escuela pública, como instrumento fundamental para la creación de una sociedad plural y solidaria, que integre sin exclusiones a todas las personas por igual dentro de un espíritu de laicidad y solidaridad.

martes, 19 de marzo de 2013

Los niños me levantan las faldas

Artículo de Ramiro Curieses Ruiz, Presidente de la Liga Palentina de la Educación, en el CARRIÓN de 18.03.2013.


El origen del nacimiento del Día Internacional de la Mujer no está muy claro, pero la bibliografía al respecto señala que en 1910, en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas celebrada en Copenhague, Clara Zetkin, insta a las mujeres progresistas de todas las nacionalidades a organizar en sus respectivos países un día especial con el objetivo principal de promover el derecho al sufragio para todas las mujeres que hayan alcanzado la mayoría de edad, sin ningún tipo de restricción basada en el nivel de riqueza, propiedades o educación. De este modo, las primeras celebraciones del Día Internacional de la Mujer, desarrolladas entre 1911 y 1913 fueron convocadas dependiendo de cada país en fechas diferentes. Es a  propuesta de las socialistas alemanas, el que se designe el día 8 de marzo para el desarrollo de esta conmemoración.  A este respecto recomiendo el libro  de Ana Isabel González  “Los Orígenes y la Celebración del Día Internacional de la Mujer 1910-1945”  en el que sostiene que la creación de  algunos mitos respecto a esta fecha, una manifestación de las obreras del sector textil neoyorquino acaecida en el año 1857,  y según otras, el año 1908; y, el incendio de una fábrica textil ocurrido en las mismas fechas y en la misma ciudad, en el que habían perecido gran número de obreras, si bien ocurrieron realmente; no son los que dieron origen a esta festividad.
No es de historia de lo que yo quería hablar en este artículo si no de la importancia de la educación desde la igualdad de género. Cuando va a nacer una criatura, el primer gran enigma por el que todos nos preguntamos es: ¿será niño o niña?  A partir de ese momento, todo va a girar en torno al sexo del bebé: el color de la habitación, la ropa, los juguetes, etc. Empezamos a comunicarnos con él o con ella, a soñar qué será de mayor, cómo será su vida, qué le gustará, a quien se parecerá, etc. Cuando nacemos, al contrario que el resto de los animales, necesitamos de un periodo largo de aprendizaje para alcanzar nuestro desarrollo y poder llevar a cabo una vida plena y autónoma, es decir, una vida adulta. Mediante este proceso de aprendizaje asimilamos los códigos culturales de nuestro grupo, sus normas morales, las tradiciones, la lengua y, sobre todo, aprendemos a ser mujeres y hombres, tal como nuestro grupo considera que tienen que ser las mujeres y los hombres. A esto último, al modelo de mujer y hombre que cada sociedad establece y que sirve de ejemplo para educar a las niñas y niños es a lo que se llamamos género.
Esta educación en el género no escapa al sistema educativo, porque éste forma parte de la sociedad y, por tanto, en las aulas, en la sala de profesores, en el gimnasio, en el patio, en la biblioteca, etc. podemos encontrar situaciones de desigualdad. Estas realidades, generalmente, pasan desapercibidas, es decir, a menudo quienes participamos en ellas las justificamos de diferente manera, pero muy pocas veces llegamos a pensar que se deben a la existencia de relaciones de poder o a situaciones de desigualdad.
Recuerdo cómo un día una mamá se presentó en el colegio para manifestar a la maestra de su hija que la niña no quería asistir más a la escuela. La mamá tenía cara de preocupación y expuso la causa de tal rechazo confesando que algunos niños de la clase se dedicaban a levantarle las faldas y a reírse de ella. La maestra le dijo que esto no tenía importancia y que el problema fundamental de la niña  era su timidez y que le aconsejaba que aprendiera a afrontar estas situaciones sola para hacerse más fuerte. La mamá se marchó resignada pensando que algo no funcionaba bien en el cole. La profesora durante el recreo comentaba en la sala de profesor@s las tonterías y la protección de algunas familias a la hora de educar a sus hijas. Este sentimiento era compartido por la mayoría de los compañer@s que nos encontrábamos allí. Fue entonces cuando María, una maestra joven y recién llegada al colegio, nos comentó: “-estas situaciones conviene que sean tratadas y valoradas educativamente, porque, como sabréis  a través de los juegos, las niñas y los niños se van apropiando del mundo adulto, adaptando sus reglas y ensayando hasta dónde pueden llegar. Levantar la falda a una compañera supone no respetarla e invadir su cuerpo, su identidad, precisamente para ridiculizarla y humillarla. Esto, los niños no lo saben, tampoco las niñas. Ellos van conformando su masculinidad desde una posición de poder y ellas desde una posición de impotencia o de temor, sin darse cuenta. Las maestras y los maestros tendríamos que corregirles y educarles en otras posibilidades de juegos, de relación y de construir sus identidades personales.”
Se hizo un silencio de complicidad y nadie contestó a María. Me quedé largo rato pensando. Aún hoy recuerdo el contexto y la expresión de convencimiento de María. Realmente nos hizo ver que en la escuela debemos dar más importancia a estos procesos de socialización de género y que aprendemos a ser mujeres y hombres mucho más de lo que creemos a través de estos juegos. La escuela tiene un compromiso  importante en la educación de los menores. No debemos olvidarlo. Gracias María por la lección que nos diste.

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